Tiempo de granadas

Como un caballo bayo, el otoño ha entrado al galope, casi a saco, en la meteorología de nuestras vidas. Las luminosas horas azules se acortan y languidecen en atardeceres añiles y violetas. El viento amarillo pone alas a las hojas. Y llueve.

Es tiempo de uvas y aceitunas. De membrillos y castañas. De arándanos y setas. Es tiempo de granadas…

Hace unos años, junto a mi casa, en la huerta al otro lado del río, apareció enterrada la bomba de la imagen. Sin duda, creo, un proyectil de un cañón de la contienda que  portugueses e ingleses llaman Peninsular y nosotros de la Independencia.

Para un niño que ha jugado a la guerra entre fosos y murallas, el hallazgo me pareció un tesoro…Y me vinieron a la cabeza un bombardeo de preguntas: ¿cómo habría llegado hasta allí?.. Si habría causado alguna desgracia, como si fueran pocas las de una guerra, las de todas las guerras…

Con cuidado, con veneración, con admiración, casi diría con devoción, tomé la pesada bomba entre mis dos manos. La acaricié y la coloqué justo al lado del árbol que acababa de plantar. Y ahí ha permanecido, por los azares del tiempo y del destino,  medio oculta entre la hierba, en el sitio donde fue encontrada…junto a uno de los árboles más bellos y que más admiro y fotografío: el granado.

Luego, la polisemia de las palabras me ha asediado con un ejército de pensamientos y sentimientos encontrados sobre las dos granadas.. La de las ramas y la de las balas. La leve brillante y la mate oxidada. La fruta encarnada y la bomba sangrienta.

Granadas las dos. Llenas. De vida y de muerte. De paz y de guerra. De zumo dulce y transparente y de opaca y amarga metralla… La recién cogida del árbol y la disparada hace doscientos años. El milagro de la naturaleza,  pese a los ataques de eso que llaman progreso, y la destrucción insaciable de eso que llaman humanidad. Los árboles y los cañones. Los hortelanos y los soldados…El desfile de conmemoraciones por las guerras pasadas y la inanición ante las crudas, reales y actuales…

Es tiempo de granadas. Ineludiblemente.

Pero, al menos, dejadme soñar, desear, que dentro de otros doscientos años no haya ya más granadas que las de los árboles y las de los museos…O,  ¿habremos acabado también con los árboles?

Dejadme mi granado.

 

(Foto y texto: Manuel Belda)

9 comentarios en “Tiempo de granadas

  1. Pues me parece muy buena idea y hasta me sorprende que no te hubieras creado ya antes un blog. Yo mismo estoy preparando uno desde hace tiempo…

    Aún así creo que merecíamos leerte más a menudo.

    Un beso y ánimo para mantenerlo activo.

  2. Ya sabes que me encantan tus cosas, gracias por compartirlas. Ahora solo te queda continuidad, porque ya sabemos que te encanta dejarte llevar por ese espíritu de pequeño burgués abohemiado (¿vale el calificativo?).

    Un abrazo muy grande, amigo Manolo.

    • Quiero pensar que, según el Diccionario de la RAE, soy pequeño (menor en estatura que otros sujetos de mi misma especie, bajo, humilde) y burgués (natural o habitante de un burgo medieval, como Ciudad Rodrigo). En cuanto al calificativo abohemiado no viene en el Diccionario. Un poco o mucho bohemio sí que he sido, aunque ahora, hago más bien vida de monje cartujo, casi como un frayluis, al otro lado del río, intentando escribir (vivir) el Beatus Ille (qué más quisiera yo)… Muchas gracias, de verdad, Tomás.

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