“Más vale encender una vela que maldecir la oscuridad “
(Proverbio chino)
El amanecer escribe en el cielo con tinta roja china, cuando aterrizamos en la gran tortuga del aeropuerto de Pekín. Cinco corazones laten acelerados, mientras, camino al hotel, los rascacielos de cristal se miran unos a otros.
Y ya estamos subiendo los escalones de la Gran Muralla donde ondean rojas las banderas. Luego nos perdemos por las calles de la seda y los escorpiones… Nos hacemos fotos en la inmensa plaza roja de sangre de Tiananmen…junto a los cientos de uniformes verdes que, como soldaditos de plomo, vigilan la roja revolución…
Pasamos junto al mausoleo de Mao, el de la estrella roja… y entramos en la Ciudad Prohibida. Recorremos pabellones y pabellones rojos, de columnas rojas, por donde deambulan emperadores y princesas, dinastías y leyendas milenarias, junto al bestiario de dragones de bronce, las esbeltas aves fénix y los incensarios apagados de plegarias con perfume de otros tiempos. Y muchos globos rojos…
Y del esplendor rojo al Pekín gris, en una carrera de vértigo en los triciclos de capota roja por el laberinto de los hutongs y las callejuelas del hambre y el olor a te rojo y a arroz con menudillos de pollo…
Al atardecer paseamos, como príncipes, por el Palacio de Verano y cruzamos el lago de las flores de loto en un barco con quilla de pagoda roja… para volver otra vez a la capital de las miles de luces de neón. Rojas.
Después de poco más de cincuenta y cinco horas en Pekín, el avión nos lleva a Hefei, en la provincia interior de Anhui. Allí, por fín, sus pequeños brazos abiertos, nos encontramos con la estrellita de Oriente llamada Liang que en chino significa “brillante” y “luz de esperanza”…
Ya no nos importa nada. Ya lo tenemos todo. A nueve mil kilómetros de España…
Y aunque dice un proverbio chino que “es preferible realizar una buena acción cerca de casa que ir muy lejos a quemar incienso…”, por la mañana, me acerco al templo budista de Ming Jiao, a prender velas rojas, a quemar incienso y a rezar. Por Liang y por todas las niñas de China y del mundo.
Por que salgan de la incierta oscuridad de la orfandad…
En un lugar de la China roja. Octubre del año de dos mil once.
Fotos y texto: Manuel Belda
Hermoso viaje por un bello motivo. Enhorabuena por esa estrella que brilla con luz propia. He viajado miles de kilómetros con tus palabras. Extraordinario trayecto para esta mañana de octubre. Gracias.
Enhorabuena Manuel. Llegan ahora tus palabras, con el beneficio del otoño que por fin nos trae la lluvia a esta seca Castilla. Que tus letras sigan ilustrando a tus seguidores y demás blogueros contertulios de la Red.
Manolo, deberías escribir más a menudo…es un regalo para nosotros.